Miguel Ángel Morales, Portavoz del Grupo Socialista en la Diputación de Cáceres y Secretario Provincial PSOE de Cáceres, recuerda la II República proclamada el 14 de abril de 1931 y traza una prospectiva hacia lo que debe ser el Socialismo del siglo XXI.
Recordar la II República proclamada el 14 de abril de
1931 es una razón más de orgullo para quienes concebimos
la igualdad entre los hombres y mujeres, para quienes seguimos
luchando para construir un mundo sin fronteras y para quienes
entendemos la vida como un cúmulo de méritos individuales y
colectivos alejados de cualquier concepción de deidad
sanguínea tendente a la consecución o conservación de
privilegios individuales o de casta.
Han sido décadas y décadas de difamación contra
la República por parte de quienes escribieron la historia
parcial de España a partir de 1939, toda aquella leyenda
negra sobre la II República estaba destinada a que en el
inconsciente colectivo de nuestras generaciones –transición
incluida- quedara marcado a fuego, que aquellos años de violencia
fratricida solo tenían un responsable: el republicanismo.
Le pusieron nombre y cuerpo al enemigo ficticio para enterrar,
creían que definitivamente, el ascenso de la mujer
a la vida pública, la educación universal,
libre, laica y gratuita, derechos laborales,
reformas agrarias, igualdad, justicia social y un
sinfín de avances reformistas que, evidentemente, también atentaba
contra los poderes “naturales”, es decir Monarquía,
capital e Iglesia.
Los cambios sociales y el progreso que traía la República
incluía un viejo anhelo para muchos socialistas de hoy en día: una
educación libre de religiosidad, libre de la
influencia de una Iglesia conservadora que ha seguido mostrando
su resistencia a todos y cada uno de los derechos adquiridos
en democracia: divorcio, matrimonio igualitario, aborto,
ciencia, progreso, equidad. No hace falta recordar el papel jugado
por la Jerarquía Eclesiástica en aquellos años de plomo porque
sería redundar en la indignación, sentimiento tan
coincidente en la actualidad.
Se opusieron a todo, absolutamente a todo aquello por lo que el
socialismo de entonces luchó y hoy debe seguir luchando, puesto que
ahora no nos valen más las ambigüedades, se es o no se es y
nosotros somos.
Hoy la Corona pierde legitimidad día a día, no
ya por los supuestos casos de corrupción que salpican a la Casa
Real, sino por la sinrazón y el trasnochado concepto de ley
de sangre, como imperativo categórico de mandato
gubernamental. Es verdad que la historia se ha escrito lavando la
cara de una Corona nacida en dictadura y maquillada,
paulatinamente, en una transición democrática con errores y
virtudes. Sin embargo, creemos que ha llegado el tiempo de lanzar el
debate a la sociedad, de estar con nuestros jóvenes
y nuestras generaciones futuras para definirnos a la vez como
partido y como país.
Particularmente, estoy convencido que el Socialismo
de hoy y de mañana, debe ser republicano y laico.
Debemos definirnos como tal, escapar de las sombras y los temores al
contraste de ideas y lanzarnos a la calle para construir un
socialismo de todos y de todas, motor de la justicia social,
de la igualdad y del progreso.
Aquellos valores fechados en 1931 generados gracias a la
militancia y el compromiso hasta el golpe militar, nos han
sobrevivido y, en prospectiva, aún son nuestro faro, porque a
pesar de todos los avances, no hemos conseguido ni la mitad de
lo propuesto, debido al ataque de la derecha modernizada hacia el
estado social. Por ello repito: ser socialista hoy es ser
republicano, en paz, con la ciudadanía.
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